10 canciones spoiler (más otras 10 que casi…)

No me cuentes películas, anda. O mejor: en lugar de contármelas, cántamelas, va.

Ésta es una lista de canciones cuya letra explica el argumento de algún film (¡ATENCIÓN SPOILERS!: a veces también el final) sin formar parte de su BSO. Esta vez no hay orden de ningún tipo y no añado texto de acompañamiento (salvo excepciones) porque la suma de imágenes + canciones creo que ya se explica sola. Pinchando el título, está el youtubazo de la canción, a menudo con imágenes de la película a la que se refiere.

1. GENE PITNEY (Burt Bacharach-Hal David) – «The man who shot Liberty Valance

2. SERGE GAINSBOURG y BRIGITTE BARDOT – «Bonnie & Clyde»

3. BRUCE SPRINGSTEEN – «Nebraska» (sobre «Badlands»)

4. SCOTT WALKER – «The seventh seal»

5. NEGU GORRIAK – «Radio Rahim» (sobre «Haz lo que debas»)

6. LA ORQUESTA MONDRAGÓN – «Garras humanas»

7. DANIEL JOHNSTON – «King Kong» (también en brutal versión de Tom Waits)

8 . METALLICA – «One» (sobre «Johnny cogió su fusil»)

9 . LOS REBELDES – «El diablo sobre ruedas»

10. THE MISFITS – «Night of the living dead»

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Y ahora, otras 10 que quizá no cantan la peli entera, pero sí que se inspiran en algún personaje, escena, diálogo o giro argumental de manera muy exagerada. O sea, que van con más cuidado con los spoilers.

1. THE DIVINE COMEDY – «When the lights go out all over Europe» (sobre «Al final de la escapada», con samples de la peli incluidos)

2. PIXIES – «Debaser» (sobre «Un chien andalou»)

3. RAMONES – «Pinhead» (sobre «Freaks»)

4. DEATH CAB FOT CUTIE – «Death of an interior decorator» (sobre «Interiores»)

5. THE SMITHS – «This night has open my eyes» (sobre «A taste of honey», aunque la obra de teatro original de Shelagh Delaney quizá pesa más que la adaptación al cine de Tony Richardson)

6. THE WHITE STRIPES – «The union forever» (sobre «Ciudadano Kane»)

7. DIABOLOGUM – «La maman et la putain» (aunque aquí sí hay spoilerazo: el monólogo final de Françoise Lebrun integro)

8. BAUHAUS – «Bela Lugosi’s dead» (más o menos sobre «Drácula»: ¡la tercera que cuela Todd Browning!)

9. PATRULLERO MANCUSO – «El halcón milenario» (sobre la saga «Star wars»)

10. OJETE CALOR – «Cuidado con el cyborg (Corre Srah Connor)» (sobre «Terminator 2»).

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15 CANCIONES DEL AÑO (de las de aquí)

Es lo que hay…


1 – PONY BRAVO – «El político neoliberal»
Entre Gang of Four y Radio Futura. Mixing pop & politics? Mixing pop & comedy? Mixing comedy & politics? Sarkozy-kozy-kozy…


2 – HIDROGENESSE – «El artista (versión glitter)»
Tras la versión techno de hace un par de años, llega la versión glam (¡editada en México!) del hit que pediría cantar Marcel Duchamp en un karaoke.


3 – TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO – «Robo tu tiempo»
Los gallegos en su máximo esplendor (geométrico). Héroes del trabajo. Alan Vega sale a quemar containers con Blixa Bargeld.


4 – MANEL – «Teresa Rampell»
Que si el bajo de «Heart of glass», que si la intro de los Strokes, que si esto, que si lo otro. Un hit sin hechuras de hit, pero impepinable. ¡Y qué remixes! (mi favorito es el ibicenco de El Guincho)


5 – EL PETIT DE CAL ERIL – «Lleida frega Fraga»
Aunque todo el disco (¿el mejor de este año?) recuerda a Sufjan Stevens, este sainete sobre party animals de comarcas remite a The Clientele.


6 – BETUNIZER – «Cadera española»
¡Zasca! En toda la espinilla. Si aún fuera a tantos conciertos como antes, estos valencianos estarían el nº1 en mi lista del «debe».


7 – LA TROBA KUNG-FÚ – «El joglar»
«La moreneta» también tenía muchos números. Pero este emotivo vallenato (¿del vallés? ¿de Colombia?) es su «El canto de el gallo».


8 – WILD HONEY – «Army of fat synths»
¡Aiba qué chorrazo de pop! Guillermo Farré compartiendo a lo bruto su pasión por los hermanos Wilson com Tim Gane.


9 – NICO ROIG – «Les dones macabres»
Desde el primer Albert Pla que no había un letrista así. «Tocadiscos» o «El millor» también tienen tela.


10 – JUNCO Y DIAMANTE – «El cielo catalán»
Otros qué tal. David Rodríguez y Joël Iriarte también juegan a enmendarle la plana a Sufjan Stevens. Para ser sólo un proyecto paralelo, no veas qué ambición.


11 – EL ÚLTIMO VECINO – «Un sueño terrible»
Aún no sé si me recuerda más a Family o más a El Guincho… Aquí hay madera de grupo de culto, en cualquier caso.


12 – ZA! – «Gacela verde»
Podría ser cualquier otro tema de «Wananai». O podría no ser ninguno. Pocos grupos van tan por libre.


13 – SÚPER GEGANT – «L’abisme»
¿Radio Dept.? ¿The Raveonettes? ¿The Pains Of Being Pure At Heart? No hace falta ir tan lejos…


14 – FASENUOVA – «Soldados del futuro»
Asturias aún quema neumáticos. Otro concepto de lucha obrera: la de verdad. Menos mal que aún existen grupos así.


15 – ANDRÉS CALAMARO – «Belgrano»
¿Un Calamaro clean cut es menos Calamaro? A mí aún me basta con que abra la boca (impostando a Dylan o no) y empiece a paladear palabras.

Bonus track:

LA MUÑECA DE SAL + TÓRTEL – «La estatua del jardín botánico»

…y lo que hay, pues está bastante bien.

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Un top 25 de canciones del 2013 sin «Get Lucky».

Sin orden particular, las 25 canciones internacionales de este año (+ dos intrusas «oficialmente» del año pasado que nos llegaron éste) que más veces he escuchado… y sus correspondientes pies de link.


Jay-Z saca a pasear la misma varita mágica con la que tocó a «Crazy in love» o «Umbrella».


Jacques Brel + Faudel + el neng.


Y así fue como todos los Beach Houses que moraban el planeta se extinguieron…


¿Esa voz? Ese quejío de teclado…


Intrusa del 2012 nº1: ¿No era esto lo que buscaban The Strokes?


Súper-estrella con exceso de ego… y de inquietudes artísticas.


Hijamía, nunca serás tan joven.


Ah, pues si la neo-psicodelia es esto, yo este tripi sí me lo tomo.


Y si Belle & Sebastian ya no hacen canciones así, pues que las haga el barbas.


Porno frío.


Se te echa de menos, Karen Black.


¿Cuál dices que es la camisa para la noche? La de Isaac Hayes.


No, el de este año no era «sólo» otro nuevo disco más.


El pop negro descubre «Miami vice».


Pues si anda revuelta Siria, sí…


Intrusa del 2012 nº2: Y de nuevo… ¿No era esto lo que buscaban The Strokes?


Dialogando con sus yo del pasado con gesto serio, a lo Scott Walker.


Durante 17 años, nadie ha podido imitar estas nanas yonkis.


¡Y sin producción de Nile Rodgers!¡Ni Pharrell!


Baladucas empitchforkadas, como de boy band de peli de John Waters.


Algo tan, tan hippie ha de ser muy bueno para no producir dentera.


Señores mayores que aguantan hasta las 5 o las 6 de a mañana.


Y señores que se hacen adultos, no mayores.


Titulando como The Smiths o The Wedding Present y sonando como los Black Keys más… black.


Más zarrapastroso que Royal Trux. Sí, se puede.


Nostalgia (de la buena) de Inner City.


La canción del pirata sin dientes… y sin hígado.

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TOP 10 (bueno, 13) DE FICCIÓN EN TV

2013: este ha sido el año en el que a «Juego de tronos» le bajó una regla fuerte al final de su tercera temporada. O el año en el que Vince Gilligan se quiso poner la americana de Don Winslow en el finale de «Breaking bad» y descubrió que le iba dos o tres tallas grande (o cuatro o cinco). O el año en el que muchos se desenamoraron de «Girls» porque la segunda no era tan buena como la primera (era más fácil que todo eso: la primera ya era tan mediocre como la segunda). O el año en que cada estreno se nos vendía como lo más… y era lo menos («Orange is the new black», por ejemplo).

Para mí, si bajamos a lo particular, éste ha sido el año en el que no he visto las nuevas temporadas de dos de mis series favoritas: «Arrested development» por despiste y «Community» por solidaridad con Dan Harmon.

También ha sido un ejercicio en el que he empezado muchas series y las he dejado a la mitad porque no me acababan de: «Derek», «Low winter sun» (y eso que sale el gran Mark Strong), «Agents of the SHIELD», «Serangoon road», «Masters of sex», «Prófugos», «Vicious» o «The Michael J. Fox show».

Asimismo, en este 2013 ha habido algunas ficciones que pese a gustarme (algunas bastante, incluso) me ha parecido que les faltaban cinco céntimos para el euro: «The Newsroom» (a punto ha estado de ir en la categoría del párrafo anterior, de hecho), «Horíci ker», «Trophy wife», «Top of the lake», «Big school» (aunque el episodio del talent-show es la bomba), «Utopia», «La historia no contada de Estados Unidos», «Alpha house» (bueno, sólo hay un piloto…), y las tres que más me duele meter en esta carpeta: «Justified», «Mad men» y «Black mirror».

Pero, basta de quejas, que a poco que me despiste, me descubro cenizo. Y la verdad es que creo que este 2013 ha sido un muy buen año de ficción televisiva. Yo al menos me lo he pasado en grande con los siguientes títulos:


«SOUTHCLIFFE»
Igual sobreanalizo y veo sombras de Haneke o Van Sant donde no las hay. Igual me paso al intuir el lenguaje de la modernidad cinematográfica haciendo acto de presencia en la ficción televisiva. O igual no. Porque esta gran mini-serie de 4 episodios de Sean Durkin (el de «Martha Marcy May Marlene») tiene un carácter marcadamente ensayístico y reflexivo. No es sólo es el thriller bajo cielo encapotado que parece. Como diría Xavi Serra, el momentazo karaoke viril en el pub de pueblo con «Champagne supernova» puede que sea la canción mejor utilizada (con más intención, como mínimo) en un relato de este año.


«CLEAR HISTORY» – «SHARKNADO»
Este es el año de las tv movies, claro. Por eso todo el rato hablo más de ficciones que de series. Desde la HBO llegaron «Behind the candelabra», «Phil Spector» y, sobretodo, «Clear history». Una grandísima broma anti-emprendedores que ojalá se hubiera estrenado en cine: todos la saludaríamos como la comedia del año. Y «Sharkanado»… bueno, pues desde la buena época de la Troma que no se veía un gamberrada tan demente y caradura. Gozosa serie Z de la que se gusta mucho a sí misma y también nos gusta mucho a los demás.


«VEEP 2»
El capítulo del viaje a Finlandia. Y ya no haría falta añadir nada más. ¡Pero es que el resto de episodios (sobretodo la tacada final) también son comedia cinco jotas! Ianucci, Louis -Dreyfus: sois muy grandes los dos.


«HOUSE OF CARDS»
Vale, sí, no es tan vitriólica y highbrow como la original británica que remeda (Kevin Spacey sería un pelele en manos de Ian Richardson). Sin embargo, cuando añade tramas o digresiones propias o capítulos nuevos entonces el águila sí levanta el vuelo. Y es majestuoso, claro.


«THE GOOD WIFE 4»
Serie de abogados más o menos típica y definitivamente mainstream, pero no por eso reñida con la inteligencia, el compromiso con el relato del presente o la sofisticación narrativa. Más sobre estos pleitos aquí.


«THE FALL» – «THE KILLING 3»
Dos firmes candidatas a la sucesión de la mítica Jane Tennison de«Prime suspect»: Sarah Linden y Stella Gibson. Dos mujeres detective frías, obsesivas y cerebrales para dos murder-mystery series que van más allá del whodunnit. Más sobre la tercera de «The Killing», aquí.


«BOARDWALK EMPIRE 4» – «PEAKY BLINDERS»
La cuarta de «Boardwalk empire» ya ha pillado a mucha gente mirando para otro lado. Y eso que la serie está mejor que nunca: más seria, extraordinariamente escrita y primorosamente filmada y sin tanta ostentación de diseño de producción ni tantos ganchos fáciles (menos cacho, vamos). De «Peaky blinders» se dijo que era su réplica británica. Bueno, pasa en la misma época (años 20), hay mafiosos de por medio y sus estándares de calidad son parecidos. Pero es otra cosa. Otra cosa también magnífica, claro.


«THE LEAGUE 5»
Premio a la insistencia. A la insistencia en la garrulez, concretamente. 5 temporadas llevan ya haciendo el mongo. Esta sitcom semi-improvisada sobre seis gañanes que juegan en una liga de fútbol virtual es de las comedias más bastas, incorrectas y locas que hay ahora mismo en tv. El capítulo semi-spin-off «Rafi & Dirty Randy» forma junto al de Finlandia de «Veep» y al del talent-show de «Big School» un tridente brutal de comicidad extrema.


«BOB’S BURGER 3»
Pues, en su tercera temporada, la serie de Louren Bouchard ha pillado por fin la velocidad de crucero necesaria (bastante alta, además: nivel de chistes buenos por minuto de escándalo) para no desentonar con sus vecinos el slot de la Fox: «Los Simpson» y «Padre de familia», ni más ni menos.


«RAY DONOVAN»
El título que más ha entrado por los pelos en este top. El desenlace es blando, barato y previsible, de acuerdo, pero hasta el capítulo 7, quizá 8, «Ray Donovan» me salvó el verano. Serie molona que parece el spin-off que siempre soñamos del Sr. Lobo de «Pulp fiction» o de Ari Gold de «El séquito». Grande Liev Schreiber… pero su estatura encoge unos centímetros al lado de los veteranos John Voight (muy del palo Christopher Walken), Elliott Gould, James Woods o Rosanna Arquette.

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20 estrenos que han mantenido mi fe en el cine este 2013.

…y sus correspondientes pies de foto.


Yo tenía una granja (pop) en África.


La inutilidad de buscar recetas y gurús en esta vida.


Las edades del amor.


Hedonistas: en el pecado lleváis vuestra penitencia.


¿Puede la representación cinematográfica remover la conciencia del monstruo?


La ley de la calle según Twain o Stevenson.


Tres veces te cuento la misma historia y las tres veces parece otra. O no.


Steve Coogan es el mejor imitador de Steve Coogan.


¿»Otro cine español»? ¿Documental de creación? ¡No! La comedia romántica del año.


Cine chileno: believe the hype.


¿Spielberg en una de mis listas? Así de buena es…


…Y «Space oddity» se hizo película.


Comedia blockbuster con esteroides y auto-conciencia del disparate.


Ponga un minion en su vida.


Toma y destoma de conciencia política… ¿O era artística?


Una ronda a cuenta del complejo de Peter Pan y «Los cuarentones perfectos».


I’m the motherfucker that found this place.


El cine de consumo a lo loco, no. Lo siguiente.


La trilogia del alma caída a los pies.


Un Garrel siempre es un Garrel.

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¿»The Killing»? ¿Ahora?

the killing third season

En estas que va el Jero y me dice que la tercera temporada de «The Killing» es de lo mejorcito que ha habido en series este año. ¿En serio? ¿«The killing»? ¿La ficción de AMC que casi replicaba la original danesa plano por plano (como en cine, por ejemplo, «Funny games»)? ¿La de la pelirroja de la coleta y los jerseys gordos? ¿El «Twin peaks» ése sin inspiración ni locura? Sí, sí: en esta tercera temporada parece «The Wire». Mmmmm… pues me voy a asomar, a ver qué.

Al margen de la comparación con «The Wire» (un latiguillo prestigiador que se ha usado demasiadas veces como para que en todas sea verdad), lo cierto es que el Jero tenía razón: la tercera temporada de «The Killing» es fabulosa. Es como si la serie se hubiera emancipado de casa de sus padres. De entrada, porque ya no parece un mero reflejo americanizado de «Forbrydelsen» como en las dos primeras tacadas. Vamos, que ya tira de una trama más o menos propia (aunque hay todavía alguna importación escandinava en el dibujo de personajes). Después, está mejor filmada, sin tanta prisa ni tanto plano aéreo de Seattle y alrededores (atentos a algunos directores puntuales de capítulos: Lodge Kerrigan o Jonathan Demme). En lo narrativo, además, adquiere un gusto por la digresión que aumenta su calado: algunas secuencias no hacen avanzar la historia, pero sí profundizan en los personajes y sus relaciones o en la gama de grises de la institución policial. ¡Si hasta las incorporaciones del casting son de nivel!: Peter Sargsgaard (bien) y Elias Koteas (¡muy bien!).

Total, que el vuelo de «The Killing» ya no es gallinaceo sino aguileño. Lástima que esta tercera temporada puede que sea también la última (hay lío sobre si tendrá continuidad o no, sobre si seguirá en AMC en Netflix o qué). Justo ahora que la serie ya no lo fiaba todo al enganche de un whodunnit o dos o tres cliffhangers estratégicamente colocados. Ahora «The Killing» podía mirar directamente a los ojos a pelis como «El silencio de los corderos» (otra vez Demme, mira tú), la reciente y notable «Prisioneros» o libros como los de Dennis Lehane sin apartar la cara. De hecho, empezaba a postularse, con permiso de «The Fall», como la gran candidata a ser el «Prime suspect» de nuestro tiempo (ese universo sórdido de niños extraviados de esta temporada es muy como el Soho londinense de la tercera de «Prime suspect»). Quizá Sarah Linden no sea (aún) Jane Tennison, pero si al final le acaban dando más capítulos a este policíaco de Veena Sud, ya veremos…

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10 versiones de la Velvet

Yo sigo de luto por Lou. Me resisto a pensar que la desaparición de alguien que influyó tanto en mi criterio y gusto musical (quizá también estético… y no sé si me atrevería a decir que incluso vital) sólo debe llorarse durante la semana siguiente de su muerte, tirando largo, en los medios y redes sociales. Sí, de acuerdo, la vida continúa. Pero la influencia de Lou Reed y The Velvet Underground también. Aquí dejó 10 versiones de la Velvet, de los cientos que hay, que me gustan especialmente. Clickando el título las podréis escuchar, as usual.


1. DAVID BOWIE – «White light/ white heat»
De los primeros, él siempre tan listo y avanzado, en versionear al grupo previo de su amigacho Lou.


2. BIG STAR – «Femme fatale»
Alex Chilton sacando su lado femenino… aunque como la voz de Nico podía llegar a ser muy masculina, quizá se adentra en una andrógina zona de nadie. De este tema mil veces revisado también es muy recomendable la versión que hizo Tracey Thorn.


3. JOY DIVISION – «Sister Ray»
A pesar de parecer uno de esos grupos que nacen por generación espontánea sin deberle nada a nadie, Joy Division también hincaban la rodilla ante «White Light/ White heat».


4. DERRIBOS ARIAS – «Pobre cowboy Bill»
Y en España, ¿qué? Pues Poch fue uno de los más madrugadores en dejar claro que se sabía toda la discografía de la Velvet, no sólo las típicas.


5. NICK CAVE & THE BAD SEEDS – «All tomorrow’s parties»
Directamente, mi versión preferida de la colección de favoritas que Nick desveló en «Kicking against the pricks». Y casi mi versión favorita de la Velvet…


6. REM – «Pale blue eyes»
Hasta tres versiones incluía la colección de Caras B «Dead Letter Office»: «There she goes again», «Femme fatale» y ésta. Más claro…


7. COWBOY JUNKIES – «Sweet Jane»
Pues si el de Nick Cave no es mi cover favorito, es por culpa de este remedo, vía el live de 1969 y en clave nana country, de «Sweet Jane». Una de las cimas del mítico «The trinity session».


8. JANE’S ADDICTION – «Rock’n’roll»
A ver, la versión tampoco es una maravilla (aunque hermanarla con «Sympathy for the devil» era un puntazo). Pero me agrada especialmente por lo que significa: no sólo en el indie se reconoce su influencia.


9. YO LA TENGO – «I’m set free»
Se han acordado de ellos tantas veces («Heroin», «Oh sweet nuthin'», «I found a reason», «Femme fatale», «Who loves the sun» o «What goes on» junto a The Feelies), que la elección era difícil. ¡Si hasta se disfrazaron de la Velvet en la tesitura de Exploding Plastic Inevitable en «Yo disparé a Andy Warhol»!


10. ANTONY – «Candy says»
Estaba predestinado a que lo descubriera Lou Reed. Si es que era como alguno (o como varios) de los personajes que moraban en sus canciones. Como Candy Darling, mismamente. Cerrando los conciertos de homenaje al «Berlin», Antony salía al escenario a reconocerlo con esta versión.

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In-edit 2013: 10 recomendaciones

Como siempre por estas fechas, me llena de orgullo y satisfacción recomendaros una decena de títulos de los que se podrán ver en esta edición del In-edit. Sobra decir que estos tips son a título personal. Porque a mí me gustaran estos docus musicales, pero si le preguntáis a alguna otra persona del In-edit, es posible que os diga otros 10… y que no coincidamos en ninguno. También podéis ir por libre, claro, consultar la programación aquí y escoger vosotros mismo. En cualquier caso, allá va mi top:


«TEENAGE»
Texto de Jon Savage, imagen de Matt Wolf (el tipo que ya dirigió el sensacional «Wild Combination» sobre Arthur Russell) y música de Bradford Cox. Un think tank tremebundo para intentar establecer mediante imágenes de archivo una cronología del nacimiento, crecimiento y auge de la cultura juvenil (y subculturas varias) del S XX.


«THE BLUES ACCORDIN’ TO LIGHTNIN’ HOPKINS»
El mejor documental sobre blues que verás en tu vida. Y punto. Aviso para navegantes: cualquier peli que pilléis de las que se pasan en la retrospectiva del maestro Les Blank os va a empalidecer lo que hayáis visto antes o veáis a continuación.


«THE SOUND OF BELGIUM»
Premio al docu más divertido de este año. Cierto es que el título no invita demasiado (le han puesto el nombre genérico, casi), pero este mapa de la electrónica gofre es un cachondeo padre. No, si al final tendrán razón los que dicen que, en términos de electrónica, Bélgica es la Valencia del norte.


«THE PUNK SINGER»
Kathleen Hanna y la necesidad de ser alguien… o no. Kathleen Hanna y la urgencia por encontrar su medio de expresión. Kathleen Hanna y el punk. Kathleen Hanna y la música de baile. Kathleen Hanna y las riot grrrls. Kathleen Hanna y los tópicos feministas. Kathleen Hanna y Bikini Kill. Kathleen Hanna y Le Tigre. Kathleen Hanna y su espejo.


«TRIANA PURA Y DURA»
Aquellas grescas gitanas eran un despiporre mucho más loco, dionisíaco e inclusivo (aquí participa todo el mundo) que aquellas juegas universitarias que nos suele enseñar Hollywood. Los gitanos expulsados de Triana en los 50 volvieron al barrio en 1982 y el gran Ricard Pachón encuentra las cintas de video que inmortalizaron ese retorno.


«WHO’S SONNY ROLLINS?»
Retrato de un coloso del saxofón con el puente de Wiliamsburg de fondo. 26 minutos inmortales que se codean sin problemas con otros ilustres documentales sobre jazz. De Dick Fontaine (otro de los homenajeados de este año) también es la bomba «Beat this! A hip-hop story».


«HARRY DEAN STANTON: PARTLY FICTION»
Anda, si Harry Dean Stanton también canta. Como actor, Ridley Scott, Robert Altman, Wim Wenders o David Lynch le sacaron todo el jugo que pudieron a este rostro ya de por sí exprimido. Pero es que además el tipo tiene cara de tocar en The Band (era colega de ellos, además). Un docu de culto sobre un actor de cultísimo.


«DURAN DURAN UNSTAGED»
Más David Lynch. Porque este es un film de Lynch, sí. En su loca hiperactividad multidisciplinar, va el monstruo y decide grabar un concierto de Duran Duran. Lo graba a su manera, claro, con superposiciones de imagen, retroproyecciones bizarras y la ausencia de ataduras que le caracteriza. No es «Industrial Symphony nº1», pero…


«APOCALYPSE: A BILL CALLAHAN TOUR FILM»
No deja de ser una película de gira con hermosos planos de carretera y manta intercalados, de acuerdo. Pero, ojo, que en pantalla grande ver a Callahan desmenuzar versos es tan hipnótico como ver a, por ejemplo, Leonard Cohen en «Bird on a wire» o Tom Waits en «Big time».


«NAKED OPERA»
No es exactamente un docu musical. O sí. Marc Rollinger es un gay repelente, bon vivant y forrado de dinero que decide patearse el mundo viendo todas las representaciones de Don Giovanni, su ópera favorita, que pueda (y haciéndose acompañar por bigardos a sueldo allá donde duerma). Como este personaje tan enervante como complejo sabe que su salud está en el alambre, se plantea este tournée manirroto como una grande bouffe de la lírica.

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«Breaking bad», sí, pero…

Qué raro que no hubiera escrito nunca antes aquí de «Breaking bad». Aunque sí lo pienso, quizá no lo es tanto: simplemente no me he preocupado en decir nada antes porque… la serie no me sugería tampoco nada qué decir. Nunca sentí la urgencia. Nunca me pareció que me valía la pena tomarme la molestia. La serie me gustaba, sí, pero ni me apasionaba tanto como para derramar elogios ni me disgustaba tanto como para aliviar vesícula. Y ahora que se ha acabado, pues ahí mismo estoy; en el sí, pero…

¿Qué me ha movido entonces a escribir un post sobre «Breaking bad»? ¿Una arcada esnobista para separarme del rebaño acrítico ahora que todo el mundo flipa (¡A la altura de «Los Soprano»! ¡De «The Wire»! ¡De «Mad men»!)? ¿Oportunismo trapacero en busca de «likes» y «RTs»? ¿Simples ganas de espoilear y tocar los narices? ¿De meterme en un berenjenal? ¿O estoy siguiendo el impulso de autodestrucción de mi credibilidad? Bueno, supongo que sencillamente me puede la curiosidad por todo lo que me produce sentimientos ambivalentes y, pobre iluso, creo que escribiendo sobre ello lo acabaré entendiendo mejor, acaso entendiéndome mejor a mí.

Veamos, pues.

Si me pongo a hacer balance de mi relación la serie de Vince Gilligan la cosa más o menos ha sido así:

1ª TEMPORADA. Muy prometedora serie… truncada por aquella huelga de guionistas (8 episodios y tira que te va). Qué gran personaje presentaba, por eso: Walter White, una mente extraordinaria enjaulada en una vida ordinaria. Y tenía también una excepcional circunstancia que, de alguna manera, tiraba de varios hilos del inconsciente colectivo: ¿Cuáles son las consecuencias de reinventarse a la brava en estos tiempos de apretones? ¿Qué sucede si traspasas la frontera de la legalidad? ¿Cómo debe ser una cata del «otro lado»? ¿Cuántos escrúpulos hay que saltarse para delinquir? Estos «¿Y si…» tan resultones me los empañaba, no obstante, un runrún algo moralista: en realidad la serie era «Breaking good», no «bad», porque las causas que empujaban en principio al personaje a violar la ley no podían ser más nobles (¡Ah, la familia! ¡Ah, el cáncer! ¡Ah, el porvenir!…). Otra vez el molesto fantasma de la sobre-justificación, tan presente en las ficciones televisivas, dando por saco.

2ª TEMPORADA. Arrancó como una faena de aliño del coitus interruptus de la primera y se convirtió en… un despelote creativo muy disfrutable. A partir del capítulo que arranca con el narcocorrido, a partir de la inclusión de Saul Goodman (el descargo cómico que no proporcionaba, aunque se intentó, Hank), a partir de la aparición de Gus Fring y Mike, la serie alcanza su plenitud. Tanta imaginación desbocada, no obstante, tiene algún exceso a lamentar: ¿De verdad va a terminar esta temporada con un accidente aéreo a modo de Deus ex machina? Corrijo: ¿Con un machina ex machina? Hombre, tampoco os paséis.

3ª TEMPORADA: La mejor. Todo está perfectamente engrasado. Algunos episodios parecen hasta de los Coen (concretamente el que acaba con el tiroteo en el parking). La cosa chuta ya tan bien que los guionistas, tan esforzados siempre en dejarnos claro que esta era una serie «de calidad», se sacan la chorra en«The fly», un bottle episode muy llamativo, claro, pero con sus defectos: si hasta ahora el gran magnetismo de «BB» era intentar imaginar qué le pasaba por la cabeza a WW, un episodio tan verbalizado ¿no es una salida de tono? Me temo que los diálogos no son el punto fuerte de la serie, a pesar de algún quiebro brillante. Esta es una ficción muy visual, lo cual, ojo, es gloria bendita en Tv. Pero, si se quiere jugar a la dramaturgia pura y dura, entonces hay que escribir con bastante más empaque (o al menos, sin tanta literalidad al exponer con palabras ideas y sentimientos).

4ª TEMPORADA: …y se les fue la olla. A partir de este momento, en equipo «BB» se flipa. Cámaras colocadas en un robot roomba, planos generales esperando a que pase una nube, tres o cuatro puntos de vista inverosímiles por episodio… Esteticismo desbocado y sobre-realización a mansalva. Se salva por el pulso entre Walter y Gus. Porque lo del cigarrillo envenenado… en fin: podrían haber buscado una solución argumental un poco menos rebuscada y creíble, pero total, a estas alturas, la audiencia ya iba a querer a la serie igualmente.

5ª TEMPORADA: Transición especulativa tirando a ramplona con algún manchurrón (¿otro niño muerto? ¡Nooooooo!) y algún chispazo casi Fordiano: la muerte de Mike (a pesar de lo incongruente de la reacción postrera de Walter). Como en aquella media-temporada antes de la final de «Los Soprano», se pasan 7 capítulos viéndolas venir. Y en el 8º, y de modo bastante absurdo, apretan el gas a tope. El timing ese tan chulo que tenía la serie, tan de lentas transformaciones interiores, se va al garete en un episodio con secuencias de crecimiento por doquier y volantazos de trama aquí y allá.

5ª TEMPORADA (bis): La cosa sigue como acabó… o peor: con moralina de perogrullo (volverse malo es, mmmm, ¿malo?). De repente, todo empieza a pasar muy rápido. Demasiado. Así que crecen las licencias de guión y mengua el paréntesis de incredulidad. Muchos bolets salidos del no res para hacer la vista gorda. A ver, ¿Quiénes son esos nazis con pinta de rednecks de «Justified» tan poderosos que aparecen ahora? ¿El Todd éste que acaba de llegar resulta ahora que es un criminal mastermind y un alumno de matrícula de química parda? ¿Y ese mini-cartel del estado vecino que en un capítulo da un miedo que te cagas y al siguiente se los pelan en un santiamén? ¿Más súper-inventos de MacGyver (de los creadores del súper-imán llega ahora ¡la súper-metralleta!)? Y vuelta la mula al trigo con lo del ricino… Después de haberme leído «El poder del perro» (habérmelo leído yo y millones de personas más, cuidao), ¿de verdad queréis que trague ahora con esto? Mientras la serie tenía un precepto único (un químico que tuerce el camino en su vida), no había apenas comparación posible con otras ficciones. Pero si ahora resulta que la cosa acaba como un thriller fronterizo y ultraviolento de camellos a gran escala, pues ya lo siento, pero no puedo hacer ver que no he leído todo lo que leído o no he visto todo lo que he visto.

El problema sé que probablemente lo tenga yo, quélevoyahacer. Por lo general, me suele importar un pepino cómo se resuelve una trama y, por eso mismo, los espoilers también me la sudan bastante (Ah, se me olvidó la advertencia para pusilánimes: ESTE TEXTO CONTIENE ESPOILERS). Así que yo no veía «Breaking bad» para saber cómo acababa. Yo atendía a la serie (y he atendido hasta el final, lo cual dice mucho) porque, como en algunas buenas películas, me gustaba vivir dentro de ella. Vince Gilligan había creado un tablero regido por una serie normas inspiradas en el noir clásico (el hombre vulgar que oye la llamada de lo criminal y se aboca a un encadenado de situaciones en las que deja de tener el control de su vida), el western psicológico y el melodrama suburbial en el que me encantaba estar. Ir detectando las diferentes etapas del parsimonioso viaje de la luz a la oscuridad de Walter White era mi gancho. Un meticuloso y apasionante proceso interno. Cuando las acciones externas ganaban presencia en la serie (y variaba el tono, la textura, el tempo…), la identidad de «Breaking bad» se me hacía otra. ¿Se traicionaba a sí misma? No sé. Sí sé, por eso, que hasta su clímax y desenlace a mí me parecía que me daban Joselito y al final resulta que era Navidul.

Hay más ingredientes que me amargan el paladar en «Breaking bad»: de la pobreza, agravio comparativo respecto a los hombres y de lo mal que crecen todos los personajes femeninos, por ejemplo, ya se ha hablado largo y tendido (La propía Anna Gunn se exorcizó en el New York Times). Pero sobre lo mediocre que suele ser la música de la BSO de la serie he oído muy pocas voces críticas. Porque si de verdad quieren ganarse la comparación con «The Wire», «Los Soprano» o «Mad Men», deberían haber tenido la misma puntería/putería al escoger canciones, que los muy cutres ponen el lazo a 5 temporadas y media con Badfinger…

Mmmmm….

Me releo todo esto y…

…mmmm….

…tampoco me siento del todo cómodo en el papel del siervo que va detrás de «Breaking bad», en su paseo triunfal tras ganar por fin en los Emmy, encargado del memento mori. Tan cenizo y tan overcritical con la serie no soy. Lo que pasa, es que tampoco me siento incluido dentro del entusiasmo generalizado que ha acompañado a este finale. Ya lo decía al principio: tengo sentimientos ambivalentes. Y si hago examen de conciencia, reconozco que en «BB» hay talento a paladas y fácil de detectar: la mayoría del cast, esas sorprendentes oberturas casi autónomas de capítulo, situaciones y escenarios bizarros, factura molona, blablablá… Quizá esta ficción sea como esos grandes futbolistas tan conscientes de su arte: se ensimisman en una filigrana innecesaria, se borran en partidos con lluvia y pasan mucho de bajar a defender, pero en general, su calidad está fuera de duda (o, si se duda de ellos, se les perdona por carisma). Porque, por muy tonto que me ponga, «Breaking bad» tiene un elemento muy poderoso que es el que vence a todo lo demás en el computo general: Walter White.

Hete aquí a un personaje (y a un actor: inmortal ya Bryan Cranston) como una casa de payés que tardó bien poco en incrustarse en el acervo de nuestros días. Su iconicidad es despampanante. Y eso que en realidad estamos hablando de un tío calvo con perilla, camisas de H&M y gafas de montura retro genuina, no impostada. Todo lo que esta estampa simboliza es mil veces más atractivo que su disfraz de Heisenberg (muy cool y muy de cómic, pero sin transmitir siquiera un 10% de complejidad). Porque, en realidad, a mí me gustaba ver «Breaking bad» como una serie sobre el ego; como una serie sobre un individuo que se niega a formar parte de la masa; como una serie sobre el talento desperdiciado y/o aprovechado a cualquier precio; como una serie sobre la obsesión por ser el mejor en lo tuyo y que, además, te reconozcan que lo eres los que saben. Todo esto representa Walter White. Mis dudas, supongo, vienen de si todo esto también es lo que quiere representar Vince Milligan.

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«The good wife»

La tenía únicamente por una serie de entretiempo; una de esas para rellenar semanas baldías sin otra ficción más interesante que llevarme a los ojos. Pero «The good wife» se me ha acabado ganando. Sobretodo en la cuarta temporada… aunque la tercera ya me pareció notable. Y, bueno, si llegué hasta la tercera habiendo engullido los cuarenta y pico episodios de las dos primeras, eso quiere decir que tampoco me parecía tan mal hasta entonces.

Alicia Florrick ha sido, lo admito, mi principal escollo para salir del armario con «The good wife». Me costaba reconocer abiertamente que me gustaba la serie creada por Michelle y Robert King (y producida por los hermanos Scott) porque me costaba ella. Taaaan perfecta, taaaan gran profesional y mejor persona, que daba rabia. Abogada top y mater amantísima (la utopía extrema de la conciliación), buena compañera de oficina y MILF distinguidísima, chica lista y, por supuesto, esposa ejemplar. Porque una esposa ejemplar es aquella que se sacrifica, sufre y perdona, ¿no? Uf, lo veis como cuesta.

Ahora bien, con el paso de los capítulos he ido asumiendo que si este personaje es tan blanco, tan recto y tan de una pieza, es para que todos los demás (tan turbios, tan desviados y tan agrietados) choquen con él. Sobra decir, claro, que precisamente por este contraste, el resto de protagonistas son infinitamente más atractivos que Alicia Florrick: la enigmática Kalinda Sharma, el vitriólico Eli Gold, el trepilla Cary Agos, los tiburones Diane Lockhart y Will Gardner, etc… Por no hablar ya de esos secundarios (jueces, fiscales, expertos en balística, investigadores…) que tanto se prestan a la special appearance suculenta: a lo largo de los 90 episodios de la serie hemos identificado a Michael J. Fox, Christina Ricci, Matthew Perry, F. Murray Abraham, Kyle MacLachlan, Michael Bloomberg, Bill Maher y otras más o menos sonadas guest stars (por si os queréis entretener con este tema, clicar aquí).

Poco afín como soy a las ficciones judiciales, y especialmente las televisivas, sé que si al final me he acabado convenciendo con «The good wife» es porque no la veo como si fuera un eslabón que engancha en la cadena de «Perry Mason», «La ley de Los Angeles» o «Ally McBeal», sino como una aplicación en el drama legal del libro de estilo de «El ala oeste de la Casa Blanca» (lo que vendría siendo: Mainstream riguroso para dummies). El ritmo de la serie es alto y la edición muy artera, los contenidos no rehuyen la complejidad y los diálogos no temen a los polisílabos y todo quiere enmarcarse en una suerte de televisión de entretenimiento, ejem, intelectual. Como la mítica serie de Aaron Sorkin, por eso, «The good wife» a veces peca de exceso de didactismo y las tramas verticales de los episodios intermedios son mucho más satisfactorias que las tramas horizontales. En esta cuarta temporada, por ejemplo, muchos casos de los que se plantean y resuelven en un mismo episodio son pleitos interesantísimos sobre la propiedad intelectual en la era 2.0, sobre aparecer o no en los buscadores de la web, sobre el dinero electrónico, sobre la validez de las grabaciones en vídeo de los smartphones, sobre memes de youtube… Es decir, que hay un esfuerzo por sincronizarse con los tiempos y plantear contenidos sobre vacíos legales muy de nuestros días.

Respecto a las tramas que abarcan toda la temporada, bueno, ahí sí que he detectado una mejoría que es la que, seguramente, me ha llevado a escribir estas líneas. «The good wife» se ha vuelto más seria y, quizá por haber alcanzado ya una envidiable velocidad de crucero en la parrilla de la CBS, se ha permitido empezar a sacudirse de encima algunos tics argumentales de serie para todísimos los públicos que la afeaban. Ahora, en paralelo a los contenidos judiciales, las intrigas empresariales y las cuitas políticas dominan por encima de las aventurillas románticas, que siempre acababan tendiendo a lo culebronero. O sea que, esta vez sí y así sí: «The good wife» se gradúa como entretenimiento televisivo adulto del bueno. Algo que por mucho traje chaqueta caro, mucho granate y negro y mucha madera noble que se utilice en la dirección artística, sólo se consigue cuando se aprietan las tuercas en guión.

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