Porque me está gustando tanto «Luck»… de momento

Soy de los que cree que hablar de una serie antes de que haya terminado al menos una temporada es una temeridad (Uuuuh, esta es la vida loquísima que llevo, sí…). Es como estar revisando y actualizando la crónica de una primera impresión capítulo a capítulo. Gana la impaciencia, pierde la reflexión. Pero… ¿No era también yo de los que decía que era muy sano dejar las series a la mitad si pasaba el tiempo y la ficción no nos daba nada? (esta es la vida de contradicciones que llevo, sí).

Por partes: una cosa es ser paciente con una serie que ya te está agradando e intuyes que aún te gustará más y otra ser masoca y seguir viendo capítulos de una ficción que no te dice gran cosa. Eso por un lado. Por el otro, no es lo mismo valorar una serie que hablar de ella. Mientras está en marcha, se puede hablar de una serie tanto como se quiera, faltaría más (el derecho a la libertad de expresión y esas mandangas). Incluso diría que forma parte de la experiencia y el disfrute de estarla viendo. Además, si no pudiéramos parlotear de cualquier cosa, no sólo de las series, hasta no tener la foto completa ¡qué aburrido sería todo! Sin el placer dialéctico de las generalidades y la especulación nos tomaríamos las cañas en silencio y no habría debates futbolísticos hasta que no terminara la Liga BBVA (igual ahí nuestras teles y nuestras radios saldría ganando, mira…). Ahora bien, para evaluar con exactitud y pleno conocimiento tanto la competición liguera como cualquier serie, hay que esperar al final. Al menos, al de la temporada en curso.

Bien, pues con 4 capítulos vistos, «Luck» me tiene muy de su parte. Como otros títulos de su creador David Milch (el tipo de las gafas que tira de la cuerda en la foto de arriba), pero muy especialmente como «Deadwood», la serie tiene un espesor dramático que se advierte a poco que toques el paño. Nada se explica a la primera, como en otras grandes series también de la HBO…o como en la vida misma, qué coño. Todo se construye con paciencia y sin baratijas narrativas. Aquí no hay ni un anzuelo ni medio. Por no haber, no hay ni personajes simpáticos: ¿Con quién empatizas en «Luck»?.

Comprendo que esta serie tiene una entrada, cuanto menos, complicada: es muy liosa (cierto), es muy coral y el mundo de las carrerras de caballos está cifrado en unos códigos que la mayoría de nosotros no entendemos (aunque esas reglas propias de un ambiente o un microcosmos concreto no nos impedían disfrutar de «The Wire» o «El ala oeste de la Casa Blanca»). Pero también tiene grandes atractivos: la dirección de Michael Mann del piloto tiene ese glamour gélido que caracteriza toda su filmografía. Y el reparto es bastante espectacular, claro. Tanto, que es para desconfiar de él: ¿Me están sobornando con grandes nombres? Podría ser… si una vez en pantalla no chutaran, claro.

Los actores de «Luck» funcionan porque todos los personajes que interpretan parecen compartir un mismo sino: aunque toda la suerte del mundo le cayera encima a cualquiera de ellos, siempre seguirían pareciendo unos desgraciados. Son perdedores patológicos disfrazados ocasionalmente de triunfadores. Por eso, por muy estilosa que luzca, la serie parece estar siempre tocada por un muy extraño y muy hondo pesimismo. Y por eso también, es por lo que me espero ver a Angelica Huston de rubia platino como en «The Grifters» o a Charles Bukowski-Henry Chinaski a la vuelta de cualquier esquina de guión.


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